«En uno de los repliegues del terreno se ocultan los profundos tajos, las abruptas gargantinas, los imponentes cuchillos, los terribles esfayaderos, bajo los cuales, allá en lo hondo, vive el Duero, ya espumarajeando las rocas que aún no han cedido a su labor terca, ya precipitándose en desniveles, ya deteniéndose un momento a descansar en angostos remansos, ya, por fin, zumbando bajo las rocas, en las espundias.» Miguel de Unamuno.

Los Arribes del Duero es de aquellos lugares que es imposible dejar indiferente a nadie, ya sea por su belleza, por lo brusco de su terreno, por el contraste de ver un poderoso río como es el Duero encajonado entre la tierra, por su gastronomía, sus pueblos, sus saltos de agua,…… podría estar citando cosas toda la tarde y seguramente me dejara varias en el tintero.

Da igual desde que parte del basto terreno que son los Arribes decidas empezar, el paisaje se repite, un río encajonado entre la tierra, en calma pero en lucha constante por seguir su curso que no es otro que el que la tierra le permite. Una sucesión de valles y colinas donde mires por donde mires siempre encontrarás vegetación, flores, árboles o incluso tierras de labranza de una gente que ha sabido y ha querido salvaguardar su tierra, su tesoro natural.

Frontera entre dos países, España y Portugal, que separan sus tierras pero sin embargo unen a sus gentes, que viven de este impresionante recurso natural, lo entienden, lo cuidan y lo veneran del mismo modo.

Una zona de la madre tierra coqueta que construye sus pináculos elegantes para que nosotros podamos disfrutar desde las alturas sus impresionantes vistas, el paso majestuoso del agua y nos hace comprender cuan pequeños somos en comparación con su poderío y donde no nos ha quedado más remedio que construir miradores para sentarnos a observar esta maravilla.

Es, en definitiva, un lugar al que volver una y mil veces y siempre descubrir un rincón nuevo, una nueva sensación.

Disfrutar de los Arribes del Duero.

Un saludo.